Cuando era muy pequeña, recuerdo ser una niña observadora, igual que ahora, pero sin jumper, sin un moño requete peinado, ni una colación en la mochila. Solía mirar por la ventana, caminaba tocando las sillas, las cortinas, hacia dibujitos con el dedo por la ventana y en el espejo del baño. Las tardes eran tibias y el sol reflejaba sombras alegres con dedos llenos de plasticina.
Cuando era muy pequeña me escondía bajo una mesa azul, con las piernas flectadas (con tal de que la "tía" no me viera), y ahí, derrepente, aparecía el niño de los ojos negros, era el más desordenado del curso, indiferente, el porfiado. No hablabamos mucho, pero entendiamos nuestros "roles": el de él era ser castigado, el retado, el conflictivo de la sala, el poco querido, lo que las reuniones de padres lamentaban. Yo por otro lado era el ejemplo, el orden, la alumna fácil de tratar y poco problemática.
Era la dupla orden-desorden, pero ambos deseabamos cambiar de roles, él deseaba no perder el control y yo deseaba perderlo, nos necesitabamos de alguna u otra forma. Fue así que me fuí conviertiendo en su complice y él en mi héroe, yo protegiendo su odio contra el mundo y el defendiendome del mundo, eramos la perfección pura con un telón imperfecto.
2 comentarios:
Notable, yo creo que te envidiaba entonces por esconderte, quizás si él lo hubiera hecho lo hubieran retado por si acaso algo malo hubiera hecho.
Cuánto poder tenías!
desde el primer día de clase, debió imaginarse él,me di cuenta inmediatamente que tu eras hija la bruma. no hacias ninguna maldad, sin darte cuenta de las maldades que haciamos los demas. Sin embargo después de fijarnos en los bancos, en lo que uno se fijaba era en ti, tienes la base como una raíz. cuando estas parada parece que estas creciendo, pero hacia adentro, hacia el sueño....
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